Me recuerda lo que pasa con mis alumnos cuando les explico las condiciones de máximo y de mínimo. A pesar de que cualquiera entiende que es importante distinguir un máximo de un mínimo, luego, curiosamente, no le prestan el suficiente interés y los acaban confundiendo, con el consiguiente desastre. Les pido el máximo de la función de beneficios y me devuelven el mínimo, lo que conlleva un cero fulminante en el problema.
"Solo he confundido las condiciones de máximo y mínimo, pero el planteamiento está bien", te lloran en la revisión. No, el planteamiento es entender que es clave distinguir lo máximo de lo mínimo, porque confundirlos hace que en vez de ir en la mejor dirección de mejora, enfiles de cabeza la dirección de mas rápido empeoramiento.
Tan sutil, pero tan determinante.
Pues pasa igual con la convivencia, la gente confunde lo máximo con lo mínimo. Todo el mundo entiende que la convivencia es un acuerdo de mínimos. Que mínimo número de reglas debemos respetar de forma que creemos un marco habitable de convivencia donde quepan el mayor número de personas.
Reglas como que cualquier persona puede expresarse en libertad, nadie puede robar o nadie puede matar. Es decir, reglas que dejan fuera sólo aquellos individuos con los que no es posible convivir.
Pero la gente, curiosamente, confunde este acuerdo de mínimos con un acuerdo de máximos. Busca el mayor número posible de reglas de manera que nos aseguremos un marco de convivencia que deje fuera a cualquier individuo con quien yo no quiera convivir.
Reglas como que un matrimonio solo puede ser como yo entiendo que es un matrimonio, un ser humano es aquello que yo decido que es un ser humano, una lengua es aquello que yo decido que es una lengua o una familia es aquello que yo entiendo que es una familia, por citar algunas.
Y, consecuentemente, la sociedad en vez de ir en la mejor dirección de mejora, enfila de cabeza la dirección de mas rápido empeoramiento.
Tan sutil, pero tan determinante.
Pero nada, no les entra en la cabeza. Debe ser cosa de la LOGSE.