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lunes, 23 de noviembre de 2009

La izquierda y sus valores


x Fesal Chain

Estas palabras son más bien reflexiones literarias de la política, pensé hacer un artículo propiamente político, sin embargo no tengo en estos momentos mucha energía realmente. El conocimiento que no es sino una develación, que uno realiza sistemáticamente durante toda una vida, a veces nos muestra realidades que no son tolerables en la cotidianidad y a mi también me pasa.

En mis artículos políticos he ido paso a paso y a veces adelantándome a los hechos, mostrando el viraje que nuestra izquierda histórica ha venido desde su política de alianzas, realizando hacia la socialdemocracia liberal. Pero de verdad no es el motivo central de este texto, por eso partí diciendo que era una reflexión más bien literaria.

Recuerdo el día de la caída del muro de Berlín, un 9 de noviembre de 1989, y a pesar de haber sido siempre muy crítico del estalinismo y de haber participado en algunas charlas y conversaciones con intelectuales y escritores de la perestroika en Chile y ser parte de aquella oleada de renovación del comunismo mundial en la década de los 80, aquel día no pude frenar mi pena y algunas lágrimas.

Evidentemente y nadie lo creería de otro modo, no por la caída de un muro que a todas luces era un sin sentido del comunismo europeo y mundial, sino porque con su desaparición caían las esperanzas de justamente redireccionar y renovar aquella propuesta de grandes logros para una parte importante de la humanidad. Lo mismo me pasaría con Cuba, si la revolución no fuera capaz de reestructurarse, de atacar sus males, de reinventarse y cayera estrepitosamente.

Intuyo que lo que Eric Hobsbawm decretó como el siglo corto, es decir el período que va desde el 1914 a 1989, aún no ha terminado. Las consecuencias de fin del comunismo aún se viven en los partidos y en la sociedad en su conjunto. De alguna manera la izquierda no logra asumir el shock que significó esta pérdida.

Algunos han girado hacia posiciones dogmáticas, donde campea e impera la nostalgia y la nula auto crítica del pasado, otros, hacia la negación de su propia historia y de los valores e ideas que levantaron ayer y algunos a un pragmatismo que también deja de lado ciertos valores esenciales e inaugura actos que violentan nuestras creencias más sentidas.

Albert Camus decía que vivimos un tiempo en que justamente los valores se colocan al final de la acción y no al principio. Así resulta que estos, que para el mundo griego eran los elementos que limitaban las acciones, ahora son meras convenciones identitarias, símbolos lejanos. Así la izquierda, pero no solamente la izquierda, sino que toda la sociedad vive en la desmesura, no hay ni habrá límites de ningún tipo para lograr los fines.

Esta reflexión no es un carta moral, pero es a su vez una carta valórica, en el sentido de entender que efectivamente los valores, cualesquiera que sean, hoy ya no son los elementos infraestructurales de las acciones e ideas, como tantas veces nos enseñaron cuando niños y a mi particularmente en la universidad en la carrera de sociología.

Allí explicábamos la acción social como esa "voluntad" e interacción con el otro que en su seno comprendía los valores y normas. Esto, era una definición muy clásica. Pero que siendo incluso conservadora, permitía romper las normas y ejecutar acciones contra el poder y los privilegios , justamente porque en su definición contenía valores, de esta manera, si queríamos imponer o seducir con nuevos y nuestros valores, se podía acometer la rebeldía estratégica de agredir lo social y lo político-institucional, para crear nuevas normas e instituciones.

Pero hoy, vivimos una época desmesurada, en la cual todo acto puede ser acometido y en donde nuestras creencias más profundas pueden ser olvidadas con tal de obtener ciertos logros. Esa es la dramática situación de estos tiempos que nos toca vivir y sufrir.

Por eso comencé esta reflexión con una frase un tanto triste "no tengo en estos momentos mucha energía realmente", porque mi mirada de la realidad social, la cotidiana, como también aquella sistemática sobre la izquierda, me ha ido mostrando que la derrota de una visión valórica es en estos momentos casi irremontable.

Primero porque la visión pragmática y amoral ha ido inteligentemente hilando el tejido de sus acciones de manera que avanza a pasos agigantados al logro de sus objetivos, y por otra porque las personas y en esto me siento en algo responsable, no logran entender que justamente es el avance del pragmatismo el que como fenómeno se ha ido construyendo y no el avance de los valores fundamentales que nos unieron y unen como izquierda, como desencantados, como críticos de la sociedad clasista.

Por mi parte he vivido tan sólo 20 años en una sociedad no dictatorial, la mitad de mi vida la viví bajo el fascismo y la matanza. Ello me permitió hermanarme con aquellos que heroicamente lucharon contra ese sable endemoniado del pinochetismo, levantando el valor de la vida, los valores de la igualdad, de la fraternidad y de la libertad ente los hombres. Soy depositario de la izquierda y de sus dirigentes y héroes, de los muertos de ayer y de los sobrevivientes, y si alguna vez el fascismo quisiera reinar con su muerte y oscuridad dictatorial sobre la patria, no dudaré jamás en ponerme a lado de las fuerzas de la izquierda más radicalmente democráticas.

Pero hoy nos estamos frente a la dictadura, incluso si ganara la derecha, estaríamos como dijera Marx en el Dieciocho Brumario, frente a la repetición de la historia pero tan sólo como comedia. Es por eso que me he permitido disentir, no lo habría hecho jamás frente una realidad trágica, ahí no sería ético ni oportuno. Pero hoy es necesario.

Chile es un país donde la izquierda es fuerte, donde la cultura de la justicia social,de la igualdad, de la fraternidad y de la libertad es mayoritaria. Y por ello es que es tan necesario que una izquierda genuina haga carne los valores históricos que se sintetizan a mi juicio en Allende con todo lo que él era, con sus errores y aciertos, con sus contradicciones también. La concertación no es ni mucho menos el allendismo. Y lo vimos claramente hace algunos días, cuando su candidato se atrevió a ponerle nota a un Presidente que murió defendiendo la democracia y la libertad (de la que el goza) y los avances de la clase obrera y el pueblo, y más encima tuvo la impudicia y la desfachatez de ponerle una nota deficiente.

Hoy no es el momento de parar a la derecha como si fuera el advenimiento de la dictadura y tampoco el momento de aliarse con aquellos que sólo usan los antiguos símbolos de la izquierda, pero que no desean actualizar los valores de plena igualdad y fraternidad en Chile, que no les interesa la reactualización a estos tiempos, del genuino allendismo de la unidad popular, tiempos donde el capitalismo, el individualismo y el egoísmo se han hecho dominantes.

A mi juicio ya es momento de aunar voluntades, desarrollar ideas, pero sobre todo levantar los valores que alguna vez nos hicieron gobernar Chile y en dictadura ser hombres y mujeres creíbles y respetados, es hora de la unidad, pero no bajo candidaturas u operaciones meramente pragmáticas o programáticas que en concreto al levantar alianzas políticas con la concertación borran de un plumazo todo aquello que levantan como valores e ideales.

Hoy es el tiempo precioso de la unidad valórica de los dominados, de los marginados, de los que tienen que luchar día día no sólo por el pan, sino por visibilizarse, por decirle a los chilenas y chilenas que también existimos, que tenemos voz, que tenemos proyectos, que somos parte de la patria, que queremos ser un aporte fundamental en la construcción de la justicia, de la igualdad y de libertad en este Chile del siglo XXI y que hemos estado acallados ya al menos 20 años.

Si me preguntaran a quién le abriría las puertas de mi casa en estas tardes de campañas y esto es muy cierto, si a mi casa quisieran entrar los candidatos yo le abriría las puertas sin dudarlo a Jorge Arrate, pero lo recibiría para leerle esta carta y decirle con mucho respeto pero también con firmeza que hoy es el momento de parar, de detenerse a pensar y de dejar de hacer la vieja política del pragmatismo y de volver a la clásica Grecia, volver a poner los valores que nos unieron, detrás de los actos, para limitarlos y darles la dirección correcta, para reconstruir y actualizar el socialismo de Allende contra la derecha y contra una concertación liberal, que ve en el allendismo el mal menor.

Actualizar el socialismo de Allende, el verdadero, no el de los meros símbolos,sino aquel que ayer hizo temblar a los dominantes y hoy es capaz de poner en riesgo los intereses de los poderosos de cualquier signo, y darle efectivamente esperanzas y espacios de poder y de mejor vida a los dominados de la historia.

 
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